No entiendo la gente que la desvaloriza, que la mira con desdén,
que fingen que no está ahí. No puedo comprender como se puede negar tal
maravilla, tal magnificencia.
Han pasados siglos, décadas, años, meses, días, horas, minutos
y segundos que la han definido e inmortalizado. Hay quienes la critican,
quienes la discriminan, quienes sabiamente saben escucharla, aunque no sea de
su preferencia.
¿Cómo no amar a ella, tan promiscua pero fiel, tan etérea y
real, tan perfecta y única? Ciertamente, es una ingratitud aquellos que no
pueden apreciarla, y es un dolor profundo aquellos que no llegan a conocerla.
No sé cómo explicar lo que significaría su ausencia en mi
vida, cómo explicar que sin ella yo no sería la misma. Más de una vez parada en
el límite de la locura absoluta, o al límite de cualquier calamidad o atrocidad
que pudiera atentar en mi contra, ella ha sido quien me ha tendido la mano y
pese a todo, he seguido sus notas como un camino hacia lo posible.
Ella ha sido la fuente de mi alegría, la salud de mi alma,
la esperanza de mí ser. Estuvo en los momentos más felices, los más indicados y
los más especiales. Ella vive en mí, es parte de mi universo, al que no puedo disociar de mi
realidad.
Mi más infinito respeto y admiración a quienes tienen el
placer y el don de vivir más íntimamente con ella, tienen algo que muy pocos
tienen, y es un privilegio divino que los eleva y los salva por sobre nosotros,
los mortales.
Feliz día querida música. Feliz día queridos amigos
Valeria Elías
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